Siempre fui apasionado por la flora y la fauna de nuestra región. Desde
gurí tengo un gran amor y admiración por los pájaros.
"Los únicos animales que
pueden surcar los cielos por naturaleza propia." La envidia del ser humano.
Cada vez que pienso en el Urutaú recuerdo imágenes de mi niñez: el
barrio Itatí; mis primos; la calma y la oscuridad de la noche; el misterio del
monte y los naranjales; sobre todo la casa de los abuelos, Mamá y
Papá, como solíamos llamarlos cariñosamente; Y esas historias que contaba mi
abuelo Antonio, historias de la penumbra nocturna que posaba sobre nosotros. La
luz de la luna caía sobre el manto verde gris de los árboles. De fondo, el
canto melancólico y desgarrador de un ser inquietante, un espíritu noctámbulo,
un extraño que estaba presente aunque nadie jamás había visto su rostro.
Como músico siempre me atrapó la idea de mezclar guitarras con sonidos
de la naturaleza misionera. Así fue que empecé a leer y estudiar sobre el ave
fantasma, aquel que siempre llamó mi atención por el arraigo a mis
recuerdos de niño y por sentirme identificado con su triste canto. El
misterioso pájaro despertó en mí una gran admiración, con pasión desmedida
empecé a buscarlo por todas partes. Cada vez que lo escuchaba me cautivaba más
y más. Sin embargo no lo podía ver. Luego de meses, la búsqueda se transformó en un
laberinto. No sabía cómo, cuándo ni dónde encontrarlo, pero su lamento siempre
estaba ahí, latente. Cada vez que lo oía confundía mi sentido de orientación.
Entonces comprendí que podía estar cerca o lejos, pero aún no era el
momento de conocerlo. Desistí y abandoné temporalmente la búsqueda.
El tiempo pasó y su canto cesó. “Tal vez se van a otros lugares, otros
sitios de montes más remotos a contemplar su soledad.”
Lo cierto es que no
volví a oír su bello lamento nocturno. A pesar que hasta el momento no
había tenido la oportunidad de verlo en su hábitat natural, el silencio de las
noches generó un inmenso vacío.
Mística, magia, casualidad o ley de atracción, será siempre un enigma.
“Yo lo buscaba, pero él me encontró a mí.”
Nyctibius Griseus, Urutaú, aquel ser solitario salido de la leyenda
guaraní, se hizo presente a la luz de la luna. Hermoso y diferente, de noble presencia. Grisáceo, de grandes ojos
amarillos, y una imponente boca. Señor del camuflaje y ávido
cazador de insectos.
A partir de ese momento suele visitarnos casi todas las noches.
Aprendimos a contemplar su extraordinaria belleza, a admirar y disfrutar esos
pequeños momentos que nos regala al posarse en el tocón de un árbol frente a
nuestro balcón.
Mariano Luec